En una ocasión, una persona me dijo que no necesitaba teología, porque tenía a Jesucristo, y eso era suficiente. Y parece que, en nuestra sociedad anti-intelectualista, ésta es una manera común de pensar. El problema es que, cuando uno le pregunta quién es Jesucristo, la gente empieza a recitar una serie de proposiciones teológicas muy interesantes: Jesucristo es Dios, es hombre, es mi salvador, es una de las personas de la Santísima Trinidad, etc. ¡Esto es teología! A veces no nos damos cuenta de qué tan importante es el estudio de la teología, simple y llanamente, porque hemos heredado una cultura pragmatista, en donde lo más importante, aún más que la verdad, es la funcionalidad y la practicidad. La filosofía pragmatista dice, grosso modo, si algo te funciona, entonces es verdad. Así, en ocasiones enfatizamos el cómo me hace sentir un punto de vista en particular, en lugar de cómo me hace sentir otro punto de vista. Sin embargo, esta no es una actitud preponderantemente bíblica. Esto genera una iglesia emocionalista, que no tiene mucha profundidad en su enseñanza. Y una iglesia que no tiene profundidad en su enseñanza, no va a prevalecer contra los retos de esta era. Por ende, es menester estudiar teología seria.
Ahora bien, en muchas ocasiones, cuando se piensa en estudiar teología, se piensa en las grandes doctrinas del cristianismo en abstracto. Claro que, aunque es importante estudiarlas así, de forma sistemática, también es importante hacer teología desde las mismas Escrituras, tanto del Antiguo y Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento tiene una riqueza profundísima, la cual debe ser considerada en sí misma. Empero, ¿cómo se puede hacer teología desde el Nuevo Testamento? El erudito bíblico Howard Marshal nos dice cómo:
La tarea inicial de una teología del Nuevo Testamento es recopilar las teologías que se suponen en sus distintos documentos constitutivos. Pero nos preguntamos: ¿es la teología del Nuevo Testamento, o de la Iglesia primitiva, una simple colección de estudios de las teologías de distintos creyentes, reunida entre las tapas de un libro? ¿No debería tal vez hacerse una comparación entre ellas para definir si forman una unidad que comparte el mismo entendimiento básico, por mucho que difieran en la forma de expresarlo o en los detalles del contenido? Sin duda, es labor de los teólogos intentar comparar las perspectivas de los escritores para determinar en qué medida existe una entidad como la teología del Nuevo Testamento y cuál puede ser.[1]
[1] Marshal, H., Teología del Nuevo Testamento, Barcelona, España: Editorial Clie, 2016, p. 13.
En otras palabras, es importante analizar el Nuevo Testamento de forma erudita, siempre sin perder la realidad de que las Escrituras han sido inspiradas por el Espíritu Santo (2 Tim. 3:16), pero entendiendo que los documentos de Nuevo Testamento pueden y tienen (en ocasiones) que ser analizados en su contexto histórico e historiográfico. Me parece que es vital poder estudiar las bases y fundamentos de nuestra teología, desde la propia teología del Nuevo Testamento.
Para hacer esto, Logos tiene muchísimos recursos de suma utilidad. Uno de los que recomiendo a cualquier hermano en Cristo que sea serio en sus estudios es la (Y más ahora que está descontado) Teología del Nuevo Testamento de Howard Marshal. Que el Señor nos de la fuerza, el ánimo y la diligencia para estudiar con dedicación y esmero, para la gloria y honra de Dios. Soli Deo Gloria. Amén.
