Durante el reinado de Carlos V, se acuñó una moneda que reflejaba la esencia y grandeza de su imperio. En esta moneda aparecía el escudo de armas de España, las columnas de Hércules, y la frase “Non Plus Ultra” (“No Más Allá”).
Independientemente de los conocimientos geográficos de su tiempo, esto insinuaba que no había nada más allá del imperio español; de este modo, pretendía demostrar su hegemonía sobre sus contrapartes inglesa y portuguesa.
Sin embargo, después de que Cristóbal Colón descubrió América en 1492, mostrando que en efecto sí había tierras más allá de las Columnas de Hércules, Carlos V ordenó quitar el “Non” y dejar solo “Plus Ultra”. Esto simbolizaba la idea de que no había límites conocidos para la exploración y la expansión, y alentaba a los exploradores españoles a ir más allá de lo conocido.
Hablar de la redondez de la Tierra, tener acceso a la información y poder debatir sanamente sobre asuntos de la fe es una serie de libertades que en su momento costaron sangre.
Cada era de la historia ha presenciado avances que, en su tiempo, generaron incomodidad o resistencia. La imprenta, por ejemplo, fue un avance revolucionario que democratizó el acceso al conocimiento, pero también enfrentó resistencia por parte de aquellos que temían el cambio. La Reforma Protestante, con la difusión masiva de la Biblia impresa, fue un fenómeno que alteró el curso de la historia y la percepción del individuo frente a la fe; el descubrimiento de América fue el gran desenlace que amplió la perspectiva de la humanidad en muchos sentidos.
Cuando consideramos el recelo que puede surgir ante las nuevas tecnologías, es valioso recordar que, a lo largo de la historia, tales avances han demostrado ser herramientas que en vez de cuestionar la capacidad humana, la multiplican. La imprenta no eliminó la necesidad del pensamiento crítico, sino que expandió el acceso a la información que precisamente propiciaba ese pensamiento crítico.
En el contexto de la fe y la espiritualidad, la tecnología también juega un papel importante. La difusión de las Escrituras, desde los tiempos de la imprenta hasta las aplicaciones móviles y las plataformas digitales contemporáneas, ha permitido un acceso más inmediato a la Palabra de Dios. La tecnología no reemplaza a la espiritualidad, sino que nos proporciona herramientas para profundizar en ella, y eso es lo que hacemos en Logos.
Ahora, volvamos al presente y reflexionemos sobre las nuevas tecnologías. La inteligencia artificial ya ha formado parte de nuestra realidad durante varias décadas, desempeñando roles mucho menos provocativos que los vehículos autónomos o las herramientas de reconocimiento facial. Esta tecnología avanzada desempeña una variedad de tareas discretas de manera eficiente, muchas de las cuales ni siquiera notamos.
Nos sorprendería descubrir lo complicado que sería nuestro día a día sin el apoyo de estas funciones inteligentes. Desde asistentes de voz como Siri y el Asistente de Google; las búsquedas predictivas –como la función de autocompletar–; un mapa que nos muestra la mejor ruta a nuestro destino; un foco inteligente y automatizado para despistar a cualquier intruso; una plataforma de streaming que hace recomendaciones acordes a nuestros gustos musicales: todos estos son solo ejemplos de cómo la inteligencia artificial ya está presente en nuestras vidas. Algunos pueden sentirse incómodos o amenazados por el alcance de esta tecnología; sin embargo, al mirar hacia atrás, descubrimos un patrón constante: la tecnología, aunque a primera vista inquietante, ha demostrado ser un catalizador para el progreso humano.
En conclusión, “Plus Ultra” no solo es un lema histórico, sino además una lección atemporal sobre el valor de ir más allá de lo conocido. A medida que enfrentamos el futuro, la adopción de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial puede generar inquietud, pero la historia nos recuerda que estos avances tienen el potencial de impulsar la exploración, el conocimiento y la conexión global.
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