“Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aun más allá de la muerte”.
Salmo 48:14
¿Cuál es el primer pensamiento que llega a tu mente cuando escuchas la palabra «pastor»? Quizás algunos piensan en aquellos que atienden los animales que llamamos ovejas. Probablemente otros en aquellos siervos de Dios ordenados al ministerio pastoral en nuestras iglesias. Creo, no obstante, que el principal pensamiento que el término debe evocar en la mente de los hijos de Dios es el de que “el Señor es mi pastor” (Sal. 23:1) o el de que Jesús dijo: “Yo soy el buen pastor” (Juan 10:11, 14). El sentido de privilegio que debemos albergar debe ser enorme. Somos pastoreados por el Altísimo, el Todopoderoso, el Creador de los cielos y de la tierra, ¡Porque necesitamos ser pastoreados!
Es cierto que la historia de la iglesia nos da testimonio de muy buenos pastores que han servido a Cristo (Heb. 13:7). Es posible que conozcas personalmente a algunos. Pero sólo de uno se puede decir que es “el Príncipe de los pastores” (1 Ped. 5:4); sólo uno es “el gran Pastor de las ovejas” (Heb. 13:20). La vida cristiana se trata de dejarnos guiar y pastorear por Él, y de finalmente encontrarnos con Él en gloria. Mientras esto último ocurre, el Señor utiliza diversos medios con los cuales nos alimenta y nos protege, incluyendo los pastores en nuestras iglesias. El gran modelo pastoral es Jesús. Nuestros propósitos pastorales deben acoplarse debidamente a los propósitos pastorales de Aquel que nos llamó a tan digna labor.
Pastor, hay un recurso que me gustaría mencionarte. Se trata de FUNERALES: PARA EL CUIDADO DE LAS ALMAS, por Tim Perry. Perry es pastor anglicano; yo soy bautista. Por momentos se expresa del Catolicismo Romano de una manera que yo no lo haría. Sin embargo, creo que el libro trata aspectos de la vida y de la eternidad que ponen en perspectiva el ministerio pastoral. La primera parte del libro trata sobre la muerte, el juicio, el infierno y el cielo. Pero en la segunda parte escribe sobre aspectos muy prácticos, sobre la manera de conducir funerales con un corazón pastoral. La muerte puede ser una ocasión muy especial para fungir la función de evangelista, pero, sobre todo, para representar el corazón pastoral de Jesucristo. De paso, Perry llegó a trabajar en una casa funeral, y nos habla como alguien que ha practicado por muchos años lo que aquí enseña.
La labor pastoral hasta el río de la muerte
Es magistral la manera en que John Bunyan nos ilustra la vida cristiana en EL PROGRESO DEL PEREGRINO. Nos pinta con suma destreza la gran gama de peligros a que estamos expuestos. Pero igualmente nos hace ver que para Cristiano llegar sano y salvo a su anhelado destino contó con la ayuda de compañeros fieles y personajes diversos. Entre ellos Evangelista, un predicador del evangelio que le coloca en el camino correcto; Intérprete, que le impartió lecciones muy importantes para su peregrinaje; los cuatro pastores de la montaña de las delicias: Ciencia, Experiencia, Vigilancia y Sinceridad. Como ovejas que somos, necesitamos cuidado pastoral. Todos contribuyeron a que el peregrino llegara a su destino; pero para hacerlo, debía atravesar primero el río de la muerte.
La gran meta del pastor es “poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo” (Col. 1:28; cp. Ef. 4:13). Con algunos recorrimos unos pocos años, con otros décadas, ministrándoles pública y privadamente la Palabra de Dios. Siempre recuerdo las palabras de un pastor amigo en el contexto del funeral de un creyente: “¡Él ya llegó! Nosotros todavía no”. Mientras las ovejas de Cristo estén bajo nuestro cuidado ¡hay trabajo que hacer! Mientras no los veamos atravesar el umbral de la eternidad, el cuidado pastoral no ha concluido. La perseverancia de los santos no se lleva a cabo en aislamiento, sino que es un proyecto comunitario, e incluye la relación pastor-oveja.
En ese sentido debemos imprimir en el corazón de nuestros hermanos una identificación con la vida venidera. Somos peregrinos. Sin duda les enseñamos a vivir el aquí y el ahora para su gloria, pero sin olvidar que nuestra ciudadanía está en los cielos (Fil. 3:20) y hasta que puedan decir con Pablo que han “terminado la carrera” (2 Tim. 4:7). ¿Estás acompañando a tus ovejas durante todo el trayecto, para ayudarles a vivir bien y a morir mejor aún? Una pregunta que Perry nos hace es: “¿Cuándo fue la última vez que escuchaste o predicaste un sermón acerca de la muerte?” (p. 12). No es raro escuchar más sermones sobre aspectos secundarios de la escatología, que sobre aquellos de los que no tenemos ninguna duda, como la muerte, el juicio y los dos destinos eternos.
La labor pastoral aún a través de la muerte
Los eventos significativos en la vida de los hermanos vienen a ser eventos importantes para la vida de nuestras iglesias. El día de sus matrimonios, el nacimiento de sus hijos, y tristemente, el día de sus muertes.
Una vez un creyente parte a la gloria y hemos despedido formalmente su presencia entre nosotros, nuestra labor pastoral con esa alma concluye. Sin embargo, dos cosas muy importantes continúan. Por un lado, el Señor nos ha prometido pastorearnos aun más allá de la muerte, y por el otro, nuestra labor de consejería y evangelización puede continuar con sus familiares.
Perry comparte una cita de Marco Aurelio que debemos recordar a quienes ministramos, pero que nosotros mismos también debemos recordar. “No actúes como si tuvieras diez mil años para desperdiciar. La muerte está a tu lado. Sé bueno para algo mientras vivas y tengas la capacidad” (p. 24).
Como pastores, cuando despedimos a uno de los nuestros, inmediatamente debemos estar a la caza de nuevas oportunidades para conducir a otros al mismo destino de gloria.
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