Hace uno días, un amigo publicó una nota sobre lo ineficaz que es la oración. Él decía que debemos dejar de confiar en Dios y la oración, y empezar a enfocarnos en la ciencia como medio de solucionar nuestros problemas. Después de eso, tuvimos una larga charla de cómo la ciencia y la fe tenían puntos en contacto. En algún punto de la conversación, él me preguntó que si Dios podía sanar. Cuando yo respondí afirmativamente, él me contestó que él jamás había visto una pierna amputada crecer. ¿Acaso no es Dios lo suficientemente fuerte para hacer eso? Hoy en día, vivimos en un mundo pluralista, en el cual la diversidad religiosa nos obliga a estar bien preparados para determinar qué es el mover de Dios y qué no lo es. Existe mucha charlatanería. Si bien es cierto que Dios tiene el poder para hacer ciertas cosas, él no necesariamente va a hacerlo. En contraposición con los fenómenos científicos, los cuales son regulares, la oración por sanidad no es un fenómeno regular, pues éste depende de la voluntad de Dios. Imaginemos el caso de Pedro, el cual tiene un hermano menor, Juan. En el pasado, Pedro le ha pedido a Juan que se levante y le pase el control remoto. ¿Esto significa que siempre que Pedro le pida a Juan que le pase el control remoto, Juan se levantará a pasárselo? La respuesta es que no lo sabemos. Juan podría seguir decidiendo pasárselo a Pedro. Sin embargo, no hay manera en la que nosotros podamos estar totalmente seguros de que va a ser el caso de que Juan le pase el control a Pedro. ¿Por qué? ¡Pues porque Juan tiene una voluntad propia!
Si bien el ejemplo de Pedro y Juan puede parecer un tanto pedestre, burdo o simple, me parece que sí nos enseña algo importante, a saber, que cuando se trata de voluntades, no hay ciencia que pueda determinar con exactitud qué va a hacer alguien ajeno a sí mismo. La diferencia entre la medicina y otras ciencias naturales con respecto a la oración es que las primeras estudian los fenómenos regulares y repetibles, mientras que la segunda (la oración) es una manera de depender completamente en Dios para nuestra sanidad. Sabemos que “la oración del justo puede mucho” (St. 5:16), pero también sabemos que Dios da y Dios quita, conforme a su voluntad, y que nuestro deber es bendecirle y glorificarle independientemente de si decide dar o quitar sanidad (Job 1:21). A diferencia de lo que algunos televangelistas nos pueden hacer crear, la oración no es mágica. La oración tampoco va a obligar a Dios a sanar a la gente. De igual forma, es importante aclarar que, si Dios no sana, no significa que no hemos tenido suficiente fe. En ocasiones Dios ora, pese a nuestra fe.
A modo de conclusión, tenemos que entender que la oración es dependencia en Dios, no una manera de obligar a Dios. Al realizar un análisis de Santiago 5:14-16, Arthur W. Pink lo pone de la siguiente manera:
Hemos puesto un recurso gratuito, exclusivo de este mes, para que puedas responder las siguiente preguntas: ¿Qué ocurre cuando experimentamos dolor, enfermedad o padecimientos en nuestra salud? ¿de qué manera responde Él? ¿Cómo se interpretan los pasajes bíblicos que refieren a la sanidad divina? ¿Aún obra milagros? ¿Nuestra fe determina su modo de obrar? ¿Cuál es la relación entre nuestros deseos y su voluntad?
Con un estilo ameno, directo y profundo, A. W. Pink aborda seriamente esta temática que trasciende las distintas denominaciones cristianas y ofrece herramientas que te ayudarán a explorar los textos en el consenso amplio de la Escritura.
Jorge Torruellas says
August 9, 2018 at 4:06 pmIf you have never experience healing from God, you have a reason to question it or doubt it. Me, I don´t doubt it or question it. A simple preacher walked in and stood by my bedside at the hospital, prayed, and today I am alive, walking, and using all my vocal abilities again.
A small detail, I am minister. Studied the bible quite closely on the subject of faith and healing. In my ministry I saw what the faith of simple people at work. Glad I am one of those simple people and minister.
José A. Rivera says
August 10, 2018 at 1:04 amEn este tema de la sanidad divina se dan dos opuestos, el uno tan errado como el otro. Por una parte están los que creen que Dios siempre debería sanar y por el otro los que, sobre bases escriturales, afirman la cesación de la sanidad divina en nuestro tiempo y recuren a la ciencia como única vía legítima para recibir salud física. A los que creen que la falta de sanidad se debe a alguna deficiencia en la fe del creyente, y en algunos casos extremos, al pecado, deben recordar aquellos pasajes donde se nos confronta con la verdad de que Dios no siempre sana a los creyentes sino que se reserva en su soberanía la razón para permitir la enfermedad (Gál. 4.13; Fil. 2.27; 2 Tim. 4.20; 1 Tim. 5.23, etc.). A los que se niegan a aceptar la manifestación del poder sanador en el día de hoy en la iglesia se les debe señalar que: 1) ¿En que momento señalan las Escrituras que Dios dejó de hacer milagros?; 2) ¿Realmente al completarse el Nuevo Pacto, Dios detuvo su poder para sanar? 3) La ciencia hoy se enfrenta a enfermedades que no puede sanar (solo vaya a un hospital); 4) Los que vivimos en países privilegiados, como los EE.UU. podemos darnos el lujo de buena asistencia médica, ¿pero que hay de los países donde imperan la pobreza y la necesidad?; Por último, 5) si Jesús es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Heb. 13.8), entonces, la manifestación de su poder sanador debe estar vigente así como lo está su poder salvador. Dios sana, pero la sanidad, como bien señala el autor del artículo, siempre está sujeta a un designio más alto que el mero bienestar físico. Recomiendo la lectura de dos buenos libros sobre este tema: De Lee Strobel: El caso de los Milagros; y de Graig S. Kenner: Miracles (Un excelente análisis de más de 1,248 páginas [en inglés]).