El libro más preciado después de la Biblia

Indiscutiblemente para el cristiano no hay, ni debe haber un libro más preciado que la Biblia. Las Escrituras son el fundamento de su fe, el alimento de su alma, la brújula de su destino, la visión de su esperanza. Quítale la Biblia al creyente y todo, absolutamente todo se derrumba pues es equivalente a desprenderse de Cristo. Y no es verdadero el cristiano desprendido de Cristo, pues si bien Jesucristo es el Verbo de Dios encarnado, la Biblia es el Verbo de Dios escriturado. 

Pero si bien la Escritura es el valor supremo, existe un segundo libro que le sigue, ¿sabes identificarlo? No es un devocional, o un diccionario, o un libro de teología. El libro más allegado al valor de las Escrituras es el que las explica: el comentario.

El comentario es lo que el excavador es para el arqueólogo. Sin este no podrá extraer los tesoros de la antigüedad. Y precisamente la Biblia fue escrita sobre el lienzo de la historia y la cultura. No es un libro prehistórico, es decir, escrito por Dios en el cielo y arrojado al hombre sin relación a la historia del mundo. Tampoco es un libro suprahistórico, desentrañado o separado de la historia como un monje en un monasterio en un rincón recóndito. La Biblia fue incrustada en la historia y la cultura, y para comprenderla se requiere un excavador que extraiga su significado de la historia y de la cultura. Esto mismo es el comentario. Es el libro que nos ayuda a desempolvar la joya preciada la la verdad de Dios de los polvos históricos y culturales. 

Claro, nada podemos entender sin el Espíritu Santo, pero desde el punto de vista literario, el comentario es una ayuda clave para definir el significado del texto.

Esta es una de las razones por las que el departamento hispano de Logos se está esmerando en producir comentarios. Es decir, comentarios sólidos que no solo quitan el polvo de la superficie sino que escarban, y desentierran la verdad y significado del libro más preciado del mundo.

Nos estamos preparando estos días para dar un anuncio que demostrará que no andamos con palabrerías, sino que vamos “en serio”.

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