Una de las desobediencias más sutiles de la iglesia es la obediencia parcial a las Escrituras. Se practica cuando se realiza un estudio selectivo de la Biblia mientras se ignora la recomendación apostólica de “predicar todo el consejo de Dios” (Hech. 20:27). Es malo hablar acerca de lo que la Biblia calla, pero igualmente es dañino callar acerca de lo que la Biblia habla.
Uno de los temas en los que se ha reducido el contenido de las Escrituras, es el de desarrollo de líderes y pastores. La Biblia se utiliza como libro de texto, pero no como manual de metodología. Se utiliza para la instrucción, pero no para instruir acerca de cómo se debe instruir. Contadas son las veces cuando el método del desarrollo de líderes fue extraído de las páginas del Nuevo Testamento.
El reflejo natural de muchas denominaciones es delegar la educación de los líderes al seminario. Esta institución se ha convertido en una tradición incuestionable y ha definido el género de pastores al frente de incontables iglesias y a través de muchas denominaciones.
Las institución del seminario brota de los anales de la historia, no del canon de la Biblia. Aun con el poderoso buscador de Logos no se encuentra el término “seminario” en la Biblia, o aún una alusión indirecta. El concepto comenzó durante la Reforma, cuando la universidad era una de las entidades que se utilizaban para enseñanza doctrinal -como en el caso de Lutero que estudiaba en la universidad de Wittenberg. Muchas iglesias se apoyaron en esta institución como el seno oficial de la instrucción ministerial.
Con el paso de los siglos, la iglesia se separó del estado, pero no del seminario. De hecho, la posibilidad de tener el rubro de la acreditación ante el departamento de educación en diversas naciones, le agregó prestigio ante la sociedad, y reconocimiento delante de la iglesia.
Lamentablemente la ventaja de la acreditación causó desventajas pedagógicas. La acreditación valora -y el seminario por ende- el desarrollo intelectual, no la maduración de la persona. En el seminario el líder se mide por el resultado de sus exámenes, no por su crecimiento espiritual y beneficio a la iglesia. Los encargados de evaluar al estudiante son del personal administrativo basados en el cumplimiento de los requisitos académicos únicamente, en tanto que en la iglesia, el Pastor y la congregación evalúan a los candidatos ministeriales conforme a su talla espiritual. Con todo, del seminario han egresado pastores que lograron adaptarse a la iglesia, pero también han habido muchos mal-partos ministeriales de aquellos que no se formaron adecuadamente y terminan en el campo laboral y no en la iglesia.
La iglesia apostólica utilizaba un modelo diferente. No era la de una incubadora sino la de una matriz. Es decir, no incubaba a los líderes en desarrollo en una institución alejada de la iglesia, los gestaba y desarrollaba por dentro, así como Pablo desarrolló a Timoteo. El beneficio de este método es tan obvio como ignorado por las instituciones. Permite que el candidato al pastorado se temple dentro de las milicias ministeriales y no enterrados en un libro en una remota biblioteca con aire acondicionado ajena a la realidad ministerial.
No falta quien alegue que vivimos en una época diferente. Que las disciplinas que el pastor de hoy debe conocer para evitar la irrelevancia son demasiado complejas y no se dan a basto en un mentor por más bueno que este sea. Esta visión -o esta miopía- supone que las enseñanzas de Cristo se fundamentan en la relevancia que surtieron a la cultura neotestamentaria; pero que tan pronto cambia la época, caducan las enseñanzas, y deben de re-editarse por los eruditos contemporáneos. La verdad es que las enseñanzas de las Escrituras pueden ser adaptadas, pero no reemplazadas.
Sin duda, los pastores de la actualidad requieren entrenamiento en muchos ángulos de conocimiento que sobrepasan las capacidades intelectuales del pastor promedio. No obstante, hoy día se cuentan con muchos recursos que pueden asistir a la iglesia en su misión en trasladar la educación del seminario de vuelta a la iglesia.
En Logos tenemos uno de los más efectivos. Se llama la Educación Móvil. Con este recurso el pastor junto con sus líderes pueden cursar el equivalente a un semestre de clase sobre un tema, en la comodidad de su computadora o dispositivo móvil. Los cursos le dan acceso a todo líder a sentarse a los pies de maestros con reconocimiento académico internacional.
La finalidad de la Educación Móvil, es potenciar al pastor a desarrollar a sus ancianos y líderes dentro del contexto eclesial, con materiales de primera calidad. De esta manera podrán cultivarse académicamente sin desatender su desarrollo espiritual y ministerial dentro de las filas de la iglesia. Mira una muestra del primer curso disponible ya para reservar en pre-publicación:
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