Jesús es el personaje más famoso en la historia de la humanidad. Para muchos es un gran maestro de moral, un gran líder, un revolucionario, una persona que amó hasta la muerte. El mundo tiene diferentes percepciones sobre Jesús, de eso no hay duda. Sin embargo, algo que muy pocos reconocen es que, el hecho de que Jesús haya pisado esta tierra tuvo muchas implicaciones espirituales, históricas, morales, culturales, e incluso políticas.
Cuando leemos en Filipenses que no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres (Fil 2:5-7) ¿Qué nos imaginamos? ¿Alguna vez consideró usted las implicaciones de la encarnación de la segunda persona de la Trinidad? ¿Vivimos consecuentemente a ese hecho?
Cabe decir, que una gran cantidad de personas que se identifican como cristianos, no saben exactamente cómo la venida de Jesús a este mundo ha modificado su propia existencia.
Y no, las implicaciones de la encarnación de Jesús no tiene que ver con tener algo qué hacer los domingos o tener actividades eclesiásticas.
No tiene que ver con actividades, sino con asuntos de mente y corazón, además de las implicaciones sociales y culturales. No me da el tiempo para abordar las implicaciones externas de la venida de Jesús, por lo que quiero centrarme en las internas aquí.
Si pensamos primeramente en que, como seres humanos, hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, pero que esa imagen ha sido manchada por el pecado; cuando contemplamos a la Segunda Persona de la Trinidad, despojándose a sí mismo para entrar a la experiencia humana, creemos que la tiene fácil por ser Dios.
Pero, Jesús es Dios-hombre, eso tiene una implicación distinta que nos llena de esperanza. ¿Por qué? Porque el Logos, la Segunda Persona de la Trinidad, conoce nuestras batallas, conoce nuestras tristezas, ha experimentado las vicisitudes de la vida y se ha enfrentado a las mismas experiencias que nosotros.
La diferencia entre Jesús y nosotros es que Él se enfrentó a todo ello con perfección.
Y a pesar de ello, Jesús nos mira, nos sonríe, y nos dice “te entiendo”. No esperando la misma perfección que Él es capaz de dar, sino extendiendo su mano con empatía para ayudarnos a caminar a través de las mismas luchas que Él mismo enfrentó.
Jesús no nos exige que seamos perfectos, sino que seamos honestos con lo que hay en nuestro corazón, no para juzgarnos, sino para limpiarlo y ayudarnos a imitarlo a pesar de nuestras limitantes.
¿Podemos imitar a Jesús? ¡Por supuesto! Algunos dicen “No puedo imitar a Jesús porque Él es Dios, y yo no”. Eso es cierto, pero no es Dios y punto, nuevamente, es Dios-hombre.
El profesor Gerry Breshears aborda este asunto con la pregunta ¿qué tan humano es Jesús? A partir de esa pregunta podemos pensar qué tanto podemos imitar a Jesús en nuestras limitaciones humanas. Para ello, entonces, es necesario aventurarnos a consolidar una Cristología completa en nuestra propia teología. En términos básicos, como creyentes, llegamos a considerar a Jesús sólo en su deidad, pero siendo cien por ciento Dios y cien por ciento hombre, Su humanidad también es algo sumamente importante a considerar, así como la necesidad de entender la dinámica entre estas dos naturalezas, ya que todo eso tiene implicaciones importantes en nuestra vida.
La Cristología, la doctrina de Cristo, no es sólo para los teólogos o académicos, o los pastores y predicadores, es para ayudarnos a comprender mejor a la persona de Jesús, lo que Él es en su totalidad, y cómo repercute en nuestras vidas.
En los cursos de Educación Móvil TE241, sobre La doctrina de Cristo del profesor Gerry Breshears, y TE242, la Persona y obra de Jesús con el profesor Lane Tipton, se abordan los temas más relevantes sobre la doctrina de Jesús, que nos ayudan a comprender de manera profunda a la Segunda Persona de la Trinidad, al Dios-hombre, y cómo se relaciona con nosotros, cuáles son las implicaciones para nuestra vida. Para que así, podamos preguntarnos “Ahora que sabemos esto, ¿cómo hemos de vivir?” ya que la Cristología no es sólo para el púlpito o las aulas de un seminario; la Cristología es para la vida.
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