
Durante el transcurso de la película Mente indomable, protagonizada por Matt Damon (como Will) y Robin Williams (como su psicólogo), una de mis escenas favoritas es aquella en la que el amigo de Will (protagonizado por Ben Affleck) se ve en aprietos generados por un bully de la Universidad de Harvard, que busca degradar a éste intelectualmente, señalando que él (el bully) iba a Harvard y tenía una educación universitaria, y que el amigo de Will no. En ese momento, Will interviene cerrando la boca del bully sobre la base de los conocimientos de campo en cuestión. Así, Will le termina diciendo que pudo haber obtenido ese conocimiento por una mucho más baja suma de dinero habiendo ido a la biblioteca pública en lugar de a Harvard. Esta escena me gusta mucho porque nos deja ver que, aunque la universidad puede ser importante, no es tan importante como el estudio individual.
Ahora bien, mientras que el estudio universitario, tanto en una universidad como en un seminario, no debe ser desechado o dejado de lado de modo absoluto, también es cierto que muchas personas no tienen los recursos o el tiempo para ir a un seminario. Sin embargo, eso no es ninguna excusa para que un cristiano no estudie a profundidad doctrina sacra y las Escrituras, pues éste es el deber de todo creyente. Un verdadero ejemplo de esto es Charles Spurgeon, el llamado príncipe de los predicadores.
Charles Spurgeon: un ejemplo a seguir
En el momento de su muerte, más de 60,000 personas fueron a pagarle homenaje a este gran predicador durante los tres días que su cuerpo estuvo en el Tabernáculo metropolitano. Y más de 100,000 personas se formaban en las calles mientras el cuerpo de Spurgeon era llevado del Tabernáculo al cementerio. Así, es indudable la forma tan impresionante en la que el Señor utilizó a este gran predicador para realizar su obra. Claro que es bien sabido que, pese al increíble impacto que Charles Spurgeon tuvo en Inglaterra como predicador, él nunca obtuvo un grado universitario formalmente. Además, también es bien conocido que éste poseía una biblioteca de más 12,000 libros.[1] Se dice que de joven se le veía leyendo constantemente, y que leía seis libros a la semana (el equivalente a un libro diario, con excepción de los domingos). Por ende, a mí me parece que Charles Spurgeon es un excelente ejemplo a seguir para todos aquellos que tienen el deseo de aprender, pero no tienen ni los recursos ni el tiempo para ir a una universidad o seminario.
Estudio autodidacta
Lo que muchas personas no se dan cuenta es que la educación universitaria o de seminario, en muchas ocasiones, no ofrece sino sólo los fundamentos para continuar los estudios por cuenta propia. En ese sentido, mientras que la universidad acelera el proceso, parece absurdo mantener que, si uno no estudia en el seminario, no se puede aprender sobre teología o Biblia, especialmente con tantos recursos como los que tenemos hoy en día. Por ejemplo, Faithlife ofrece muchísimos cursos de nivel universitario llamado Educación móvil. Estos cursos son impartidos por profesores y teólogos de altísimo calibre, los cuales nos indican algunas lecturas suplementarias que podemos encontrar en el Software Bíblico Logos. Estos escritos, a su vez, están escritos por los profesores, teólogos y pastores más sobresalientes del mundo. Así, hoy por hoy, es posible obtener muchísima información por cuenta propia. No obstante, lo importante es se lo suficientemente diligente para leer estos recursos.
Un consejo práctico
Por lo tanto, a mí me parece que debemos evitar caer en el error de creer (como el bully de la película) que, si uno no estudia en un seminario prestigioso o en alguna universidad reconocida, entonces uno jamás podrá tener conocimiento relevante sobre las verdades del cristianismo. Podemos tomar la sugerencia de Will, y estudiar en nuestra biblioteca personal.
Vivimos en la era de la información, y es justo esto lo que ha generado la misión de Logos de poder llevar el conocimiento bíblico a todas las naciones, para que, a través de estos recursos, el mensaje del evangelio sea predicado a toda criatura.
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[1] Cf. Mark Galli y Ted Olsen, «Introduction», 131 Christians everyone should know (Nashville, TN: Broadman & Holman Publishers, 2000), 102.
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