La fe es una confianza razonada, una confianza que cuenta por entero en que Dios es digno de confianza…Así, pues, la fe y el pensamiento van juntos; es imposible creer sin pensar.[1]
-John Stott
¿Pensar
o no pensar? Es interesante reflexionar sobre esta pregunta. De hecho, es una
pregunta extraña, puesto que suscita una pregunta posterior. ¿Es posible no
pensar? Parece que la respuesta, a primera vista, sería que no. Justo sobre esa
base fue Descartes el que afirmó que la primera intuición que uno tenía en la
mente es la del pensamiento.[1] Por
otro lado, es interesante notar lo que el famoso teólogo John Stott señaló en
su momento, a saber, que el clima de nuestra sociedad actual es un clima anti-intelectual
impresionantemente marcado. Según Stott, hoy en día sólo se buscan respuestas
rápidas y pragmáticas.[2] La
nueva generación está tan acostumbrada a obtener en internet todo de manera tan
sencilla y rápida que ya no se estudia sistemáticamente; ya no se piensa
profusamente sobre los problemas últimos que apremian al ser humano; las
respuestas disponibles por la cultura se imponen al sujeto, en términos de
aquello que es “políticamente correcto” y aquello que, en muchas ocasiones, va
directamente en contra de los principios de Cristo y las Escrituras.
Tomando estas consideraciones iniciales como punto de partida, es menester realizar la pregunta de si se puede hacer algo al respecto. ¿Cómo puedo yo cambiar este clima anti-intelectual en el que el cristiano vive? Permítaseme sugerir que el Señor nos da algunos parámetros iniciales en las Sagradas Escrituras de cómo conducir nuestra vida intelectual, la cual, en consecuencia, generará un cambio cultural que permitirá la progresiva evangelización de la sociedad (1 Cor. 15:25). Esto es así debido a que, en el pasado, la gente tenía problemas con aceptar a Jesucristo como la Verdad última de la realidad (Jn. 14:6), no porque no creyesen las personas en la verdad, sino porque no creían que Jesucristo y su mensaje fueran la verdad. Sin embargo, en nuestra era, se tiene que entender que en el evangelismo debe tomar una visión muy distinta, puesto que, en nuestro tiempo, la gente sigue sin aceptar que Jesucristo sea la verdad. Pero ahora nos enfrentamos a un problema distinto, pues ¡la razón de su rechazo de Jesucristo como la verdad es que hoy por hoy ya no se cree que haya tal cosa como la verdad! Aquel que no entienda esto ahora tendrá que entenderlo en algún punto de su ministerio si quiere conectar con la cultura adecuadamente. Por ende, permítaseme presentar un breve esbozo de dos principios bíblicos a recordar, junto con algunos consejos prácticos.
En primer lugar, no estudiar con esmero y dedicación no parece ser una opción para el cristiano (Prov. 3:13, 4:5, 15:14; Hch. 17:11; 1 Tim. 4:13; Jn. 5:39). Pablo nos dice que tenemos que renovar nuestra mente y no conformarla a este mundo (Rom. 12:2). Ahora bien, la única manera de hacer eso es estando en contacto constante con la Verdad que no cambia y en la que “no hay mudanza ni sombra de variación” (Jn. 14:6; St. 1:17). También debemos recordar que somos un cuerpo orgánico, que no sólo incluye a los cristianos que viven actualmente, sino que también incluye a aquellos hombres de Dios que estudiaron diligentemente la palabra del Señor en su tiempo, gente como Calvino, Warfield, Lutero, Agustín, Melanchtón, e incluso Tomás de Aquino. De la misma forma, sería absurdo negar toda la sabiduría que está en los antiguos credos y confesiones de fe eclesiásticos, desde Nicea y Calcedonia hasta los documentos de Westminster y los 39 Artículos. Si bien es cierto que no todo lo que estudiemos será adecuara por completo a las Escrituras, el Señor Jesucristo va providencialmente iluminando más a su iglesia, y sería ingenuo creer que no aprovechará el estudio de gente que ha amado a Dios tanto como nosotros mismos.
En segundo lugar, una vez habiendo adquirido conocimiento, será menester levantarse y enseñar, tanto con ejemplo de vida como con la Palabra, aquella Verdad que el mundo no conoce aún. Por eso, se nos manda a todos los cristianos a defender la fe contra cualquier argumento que se levante en contra de la Verdad (1 Pet. 3:15; 2 Cor. 10:5). En un mundo relativista, es imprescindible que defendamos la Verdad como algo que tiene una realidad más allá de la opinión individual o social, recordando que el Señor no es un Dios de relativismo, sino la Realidad Última y Absoluta (Isa.5:20-25). Por ende, estemos preparados para razonar con el no-creyente (Isa.1:18). Para hacer eso, es necesario que cada uno de nosotros piense seriamente en las implicaciones de su cosmovisión una vez habiendo percibido la esencia de la realidad (la Verdad).
Para poder ser de impacto por causa del Reino, será de suma importancia. ¿Pensar o no pensar?
¡Pensar!
[1] Stott, John. Creer Es También Pensar: La Importancia de La Mente En La Vida Del Cristiano. Ed. Adriana Powell. Trans. Adam F. Sosa. 4th Ed. Buenos Aires: Certeza Argentina, 2005, p.p. 44-45.
[1] El famoso dictum cartesiano “Cogito, ergo sum” justamente implica que el pensamiento y la existencia se unifican en uno solo acto de ser. Por ende, esta es una intuición inmediata, la cual no debe entenderse como una conclusión basada en premisas; más bien, se tiene que entender la afirmación cartesiana como un primer principio del razonamiento. Cf. Dellutri, Salvador, and Ezequiel Dellutri. La Aventura Del Pensamiento: Una Introducción Al Fascinante Mundo de La Filosofía Occidental. Miami, FL: Editorial Unilit; Logoi. Inc., 2002, p. 131.
[2] Hoy en día predomina el espíritu del anti-intelectualismo. El mundo moderno estimula el pragmatismo. La primera pregunta acerca de cualquier idea no es: ‘¿Es verdad?’ sino: ‘¿Da resultado?’ Los jóvenes tienden a ser activistas, sostenedores de una causa. Rara vez averiguan con seriedad si esa causa es un fin digno de preocuparse o si su acción es el mejor medio para lograrlo. Un estudiante australiano estaba en Suecia cuando oyó que había estallado una protesta estudiantil en su universidad. Se retorcía las manos, consternado. ‘Ojalá estuviera allá,’ exclamó. ‘Hubiera estado en la lucha. ¿Cuál es el motivo de la protesta?’ ¡Este joven tenía entusiasmo sin conocimiento! Cf. Stott, John. Creer Es También Pensar: La Importancia de La Mente En La Vida Del Cristiano. Ed. Adriana Powell. Trans. Adam F. Sosa. 4th Ed. Buenos Aires: Certeza Argentina, 2005.
[1] Stott, John. Creer Es También Pensar: La Importancia de La Mente En La Vida Del Cristiano. Ed. Adriana Powell. Trans. Adam F. Sosa. 4th Ed. Buenos Aires: Certeza Argentina, 2005, p.p. 44-45.
Serían tan amables de enviarme o indicarme dónde buscar la parte 1 de este excelente comentario sobre el “Pensar”. Aguardo respuesta gracias. Bendiciones
Saludos Enrique,
Usted puede mirar la primera parte en el siguiente enlace: https://voz.logos.com/2019/01/08/estudiar-o-no-estudiaresa-es-la-cuestion/
Bendiciones!
Muy amable Marcos. Mil gracias por el dato. Cordiales saludos y BENDICIONES!!!!!!