Cada uno de nosotros puede detenerse por un momento, volver la mirada hacia atrás y con un suspiro decir “yo no tenía esto cuando era un niño”, o quizá “esta tecnología no era igual de rápida en ese entonces”.
Vivimos en una época en donde si es nuevo es equivalente a mejor, tiene que serlo, no damos opción a lo contrario. Esta exigencia es parte de la cultura, a tal grado que es difícil que alguien cuestione tal principio, que más que un principio, insisto, ahora es una exigencia.
¿Es esto aplicable a la teología? ¿Podemos asegurar que la teología contemporánea y sus exponentes es en efecto más precisa o robusta que la “clásica” por ejemplo? La respuesta práctica es no.
Le debo respeto a todos aquellos teólogos que influenciados por la época de la ilustración dieron pie a la teología liberal, o poco más adelante a la neo-liberal, pues de la mano de la critica textual fueron personajes que estudiaron y presentaron sus argumentos de la manera más rigurosa que pudieron; pero al comparar su bibliología, su cristología, o demás áreas de la teología propia con lo revelado en las Escrituras, notamos que sus propuestas vanguardistas se acomodaron más al pensamiento de sus respectivas contextos que al pensamiento divino exhalado en las Escrituras. Esto es lo que les caracterizó, se alejaron del mensaje principal.
Esto puede causar un temor en el estudiante de la Biblia respecto a qué leer y a qué literatura debe acercarse para aprender, reflexionar y exponer las escrituras, y ese mismo estudiante no se fiará de los autores que le sea presentados hasta conocer sus obras completas u obtener la validación de alguien a quien el propio estudiante respete.
Pero si esto no ocurre, ¿qué queda para el estudiante de la Biblia?, deberá resignarse a solo consultar a los autores en boga que a su vez citan a los reformadores del siglo XVI, o ¿quizá a solo reflexionar en lo que han dejado los padres de la iglesia trece o catorce siglos antes?, quizá este estudiante se encuentre frustrado ante la inmensidad de comentarios que se han publicado preguntándose en quién que se le designe con el termino “teólogo” puede confiar.
El esfuerzo académico le exigirá al estudiante de la Biblia, conocer y reflexionar en todo tipo de publicaciones, ese es un hecho, pero la alternativa segura con la que dispone es amplia y no tan estrecha como pudiera imaginar.
Hay quienes con un entendimiento de las preguntas y desafíos de la contemporaneidad se han
dado a la tarea de regresar una vez más a las fuentes. A partir de las traducciones directas de
los idiomas originales y sujetándose al mensaje real de las Escrituras, los autores involucrados
en el Nuevo Comentario Internacional presentan para nosotros un trabajo sobrado en rigor
académico que guarda la piedad y seguridad propias del mensaje de salvación en la Palabra.
El estudiante que quiera sumergirse en aguas seguras y profundas a la vez, tiene un excelente ambiente en el Nuevo Comentario Internacional de Logos Español, que goza de estructura, fiabilidad y una clara exposición de las verdades bíblicas tratadas como exactamente eso, verdades inspiradas por Dios mismo que dan luz a las problemáticas que afrontamos día a día.
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