Una de las líderes más efectivas del siglo veinte, a primera vista, no tenía nada de impresionante. Cuando las personas piensan en la Madre Teresa, visualizan una mujer frágil dedicada a servir a los más pobres. Es cierto, así era ella, pero también era una gran líder. Lo digo porque ella tenía una asombrosa cantidad de influencia sobre los demás. Y si uno no tiene influencia, nunca podrá dirigir a los demás.[1]
-John Maxwell
Cualquiera que esté en una posición de liderazgo dentro de la iglesia (o en algún otro lugar) podrá testificar plenamente del hecho de que definitivamente esto no es tarea fácil. De hecho, en ocasiones pareciera que Dios nos prueba y nos transforma en medio del ministerio. Sin embargo, al reflexionar sobre el asunto, uno tiene que preguntarse, ¿existe el liderazgo idóneo? A primera vista, uno podría pensar que hay líderes que llevan sus iglesias, ministerios, trabajos o empresas prácticamente a la perfección. No obstante, como es bien sabido por aquellos que están en lugares de liderazgo, muchas veces las apariencias engañan. En ocasiones, externamente todo pude parecer bien (por un rato), mientras que, por dentro, el ministerio se está desmoronando lentamente. Por ende, en mi experiencia particular, me parece muy arriesgado poner la fe en una persona que entra al liderazgo de algún ministerio o iglesia. Tenemos que recordar que el único líder perfecto es Dios, y que, fuera de Él, pueden haber “buenos” o “correctos” liderazgo, pero nunca serán perfectos. Ahora, si bien los líderes perfectos no existen, me parece que sí podemos establecer algunas pautas para determinar qué constituiría a un líder “idóneo.” [1]En ese sentido, un líder llegaría a ser mucho mejor mientras más se acerca a este estándar. A continuación, expondremos tres leyes (de las 21 leyes) irrefutables para el liderazgo de acuerdo con John Maxwell.
En primer lugar, un líder necesita poder dirigir adecuadamente, y, para hacerlo, éste debe tener influencia sobre los demás. En ocasiones, se cree erróneamente que un líder se determina no tanto por su posición, su conocimiento, sus títulos, etc. Pero, Maxwell nos dice que “la prueba del liderazgo se encuentra en los seguidores.” La influencia no puede imponerse; uno se la debe ganar. Esto se logra a través del carácter de la persona (Levitico 11:44; 1 Pedro 1:16), sus relaciones (Jn. 13:34; Rm.12:10), sus intuiciones, sus experiencias pasadas, entre otras cosas.2 Asimismo, la influencia puede ser arriba-abajo, de igual-igual o de abajo-arriba.
En segundo lugar, es menester tener en cuenta que no existe éxito sin sacrificio. Es común ver gente que quiere ser líder, pero que no está dispuesta a sacrificar absolutamente nada en el proceso. Ser líder, como ya se ha dicho, no es sencillo, y requiere sacrificio. En efecto, el sacrificio es el corazón del liderazgo, especialmente para nosotros como cristianos. Es decir, como cristianos, al margen de nuestra posición de liderazgo, estamos llamados a servir (Jn. 13:14-16; Gal. 5:13; Mt. 20:26-28). Y, por lo general, el servir implica sacrificio, puesto que los líderes tienes que dar más que los demás; implica también ceder ante los otros para permanecer como líder. Maxwell no dice que “mientras mayor sea el liderazgo, mayor será el sacrificio.” Así, si analizamos la vida y muerte de nuestro salvador, esto resultará ser una perogrullada.
Finalmente, la tercera y última ley que quiero tocar es la del otorgamiento de poderes. Un líder que está seguro de sí mismo otorga responsabilidades a los otros. Esto es evidentemente necesario. En la medida en la que una organización, iglesia, o ministerio crezca más, será menester delegar responsabilidades a la gente. Hay varias razones por las cuales una persona no delega responsabilidades. Puede deberse al deseo excesivo de tener el control total de la situación. Sin embargo, debemos recordar que el único que tiene el control total es Dios (Isaías 41:4 y 46:10; Salmos 115:3; Job 42:2). Puede deberse a la resistencia al cambio. No obstante, en el mundo en el que vivimos, si uno no se adapta (organizacionalmente) a lo que viene, disminuirá la influencia de la persona, y se volverá un liderazgo inefectivo. Podría también deberse, finalmente, a una falta de autoestima. Empero, estas personas no reconocen que los líderes se destacan por hacer más líderes. Una persona con bajo autoestima no llegará muy lejos.
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Tratemos de, con la ayuda y gracia de Dios, llegar a ser los líderes idóneos para nuestro ámbito particular. “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.”[2]
2 Cf. Maxwell, J. C. (2007). Las 21 Leyes irrefutables del liderazgo. Nashville, TN: Grupo Nelson, pp. 13-26.
[2] Reina Valera Revisada (1960). (1998). (1 Co 10.31). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
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