
La enseñanza y el discipulado dentro de la iglesia continúa siendo un gran reto. No importa qué fracción de la historia eclesiástica escojamos, ya sea por las circunstancias culturales, sociales y corrientes de pensamiento ajenas al Evangelio; el desafío por levantar una nueva generación de discípulos pareciera aumentar su grado de dificultad.
¿Qué podríamos pensar de nuestro Maestro que eligió a doce en medio de una sociedad plagada de filosofías extrañas, inestabilidad política y una fuerte oposición del medio religioso? A pesar de todo lo que rodeó a Jesús y sus discípulos, este puñado de hombres continuaron fieles a su llamado y fueron un parteaguas en la historia de la humanidad.
Dios nos eligió como sus discípulos. Recuerdo cuando fui llamado y comencé mi formación ministerial en un pequeño instituto bíblico. En mi mente preservo imágenes de mis primeras clases, tareas y por supuesto, la práctica de lo aprendido en cada una de ellas. Traigo a la memoria a mis compañeros, donde afortunadamente; muy pocos desertaron en la profesión del ministerio, y el groso de estos casos fue por falta de herramientas que les ayudara a impulsar su carrera eclesiástica.
Aunque la mayor parte compartía la misma carencia; también compartimos el mismo anhelo de servir al Señor a pesar de las dificultades, pues más firme era el deseo y convicción de cumplir con nuestro llamado que la endeble excusa que invitaba a la evasión del deber.
Como discípulos del Señor enfrentamos adversidades y desafíos al intentar cumplir con nuestra encomienda. Hoy en día, el llamado pastoral ha sido golpeado y desestimado en valor, de tal modo que el temor ha permeado en los más jóvenes en ser obedientes al llamado que Dios ha hecho a sus vidas.
En perspectiva, años después de las palabras de nuestro Señor Jesucristo, Pablo instaba a un joven llamado Timoteo a continuar con el proceso de discipulado aún en medio de tanta adversidad
“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros. Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo”.
2 Ti. 2:2-3
Cuando comenzamos a observar las similitudes entre aquél y el presente tiempo, la encomienda sigue vigente en la vocación del proceso de discipulado. Pablo le insta a Timoteo algunos parámetros. En primer lugar, la integridad con la que se había dado a conocer Pablo (lo que has oído de mí y has visto ante muchos testigos), también debía ser el sello personal de Timoteo; de tal modo que pudiera encargar esta labor a hombres con el mismo distintivo. Sin duda alguna, esta debe ser la insignia de todo discípulo.
Ahora bien, la fidelidad va más allá de la constancia y firmeza ante las pruebas y penalidades que surgen en medio del ejercicio ministerial. Implica el hecho de plasmar primero en nosotros la figura de Cristo (1 Co. 11:1) para que otros también lo imiten.
La fidelidad en el ministro asume su madurez espiritual en el ejercicio de sus funciones, contrae el compromiso de capacitarse constantemente, vive la Palabra en su día a día y persevera dando ejemplo ante los obstáculos, resultando en ser idóneo (apto, capaz) para enseñar a otros.
Dando por sentado los aspectos espirituales y entendiendo el contexto de muchos líderes y ministros, la premisa en Logos es ayudar al portavoz de la Palabra a actualizarse, a fomentar en su ministerio la necesidad de profundizar en sus estudios de las Escrituras.
A través de su programa de Educación Móvil, el Software Bíblico Logos nos ofrece la oportunidad de adentrarnos en los seminarios teológicos de mayor renombre y aprender de grandes maestros que se han especializado durante años en los temas que enseñan. No pierdas la oportundiad de aprender y capacitar a otros usando las herramientas que tienes a tu alcance.
Recuerda que el motivo principal de responder a nuestro llamado no es el fruto que podemos obtener de este lado de la eternidad, sino escuchar de nuestro Señor “Bien, buen siervo y fiel… entra en el gozo de tu Señor”
Leave a Reply