
Para tener un crecimiento sobre la comprensión de las Escrituras, es importante conocer lo que estamos leyendo dentro de su contexto y el recurso literario que se utiliza. En este blog nos enfocaremos en el estudio de las parábolas y cómo llevar un devocional con ellas.
Al momento de llevar un devocional, no solamente buscamos tener una lectura disciplinada, nos comunicamos con Dios a través de las Escrituras para aprender más. Preparar nuestra mente y nuestro corazón antes de comenzar a leer es fundamental para aprovechar el tiempo dedicado a este momento. La lectura inicial de un pasaje bíblico nos permite ver un panorama general del relato y luego podemos empezar a tomar algunas notas o resaltar los elementos que más llamen nuestra atención.
Generalmente es necesario volver a leer para identificar mejor a los personajes, ideas claves, eventos notables, etc. La meditación de la porción leída también es importante, profundizar, saborear las palabras, en este punto es donde empezamos a preguntarnos: ¿cuáles son las ideas centrales?, ¿de qué manera Dios nos habla en la porción que leímos?, ¿con qué pensamientos nos quedamos para que acompañen nuestro día?, ¿a qué convicciones nos debemos aferrar?, y ¿cómo llevamos a la práctica lo que aprendimos en nuestra meditación a partir de hoy? Debido a que la meta de un devocional no es cumplir simplemente una tarea, sino tener una comunión con Dios, cuando acabemos nuestra meditación no dejemos de orar para consumar esta actividad y continuar con nuestro día con mejor ánimo.
Ya teniendo una mejor noción de lo que es un devocional, ¿cómo podemos aplicarlo si leemos una parábola? Teniendo en claro lo que define a la parábola, es más sencillo poder estudiar y meditar.
Las parábolas han sido un recurso literario que superficialmente cuenta una historia, pero si nos ponemos a analizar dicha historia, el orden de la narrativa y sus elementos principales y secundarios, descubrimos que todos estos juntos tienen un por qué.
Cada elemento tiene un propósito, por más “mínimo” que sea, juegan un papel importante en la narrativa. Desde el Antiguo Testamento, Dios hacía uso de las parábolas para comunicarse con el ser humano; principalmente en los símbolos ceremoniales (por ejemplo: el cordero sacrificado, la sangre rociada, el primogénito muerto y más). Jesús en el Nuevo Testamento usaba las parábolas para hacer pensar a los receptores; alentando así a la autoevaluación y a una reflexión personal.
Los elementos que contiene una parábola para identificarse como tal son: la presentación de una historia realista, siendo fácil de seguir por las experiencias de la vida diaria; la personificación estereotipada de los personajes involucrados, para que sea identificable por sí mismo; y la verdad espiritual central primaria, en la que los detalles pueden girar alrededor. Hay que tener en cuenta que las explicaciones de Jesús sobre las parábolas puede variar: a veces explicando el punto central, ya sea antes o después de la parábola; a veces explicando los detalles o o propósito del por qué; y a veces depende de la situación histórica, como responder a una pregunta, como respuesta a una petición, como respuesta a una queja, o para ilustrar alguna situación que aconteciera. No necesariamente todos los detalles deben tener un significado profundo, sin embargo, no hay que olvidar que no son puestos al azar, con el hecho de que la parábola sea entendible para que el público receptor escuche, cumple un propósito.
Podemos concluir entonces que, identificando los elementos de la parábola como las ideas centrales, Dios nos habla a través de la verdad espiritual central de la narrativa, y los pensamientos que nos acompañarán durante el día sobre nuestra lectura y meditación es sobre la enseñanza de la parábola y lo que Dios espera que nosotros como sus hijos hagamos para ver crecer su Reino.
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