
En toda buena receta hay ingredientes primarios que logran el platillo y no son intercambiables, pero también los secundarios, como los aderezos, que lo sazonan. Si se omite el aderezo, el platillo no llegará “a su punto”, pero no se pierde; pero si se omite algún ingrediente principal, la receta fracasa aún con buen aderezo.
Lo mismo ocurre con el sermón. Existen muchas sugerencias – tips – que lo sazonan, pero también ingredientes esenciales que no pueden omitirse, pues de ser así el sermón fracasa – salvo por la misericordia de Dios.
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De momento te compartimos un poco del conocimiento obtenido en la Suite de Predicación:
Los ingredientes principales – identificados por los griegos, expertos en oratoria – son integrales a la predicación apostólica. Según Aristóteles, la oratoria eficaz, requiere tres factores: Ethos, Logos y Pathos.
Ethos
Proveniente de la ética, el concepto apunta a la credibilidad personal. Importante en el mundo de la oratoria griega, particularmente en los tribunales – una de las principales esferas de la oratoria -. Los abogados sabían que para persuadir no basta con un argumento sensato cuando no es respaldado por la credibilidad personal. Sin esta, la certidumbre del argumento se disuelve, pues aunque convence a la mente, deja al corazón con dudas.
En la predicación apostólica la credibilidad personal es aún más indispensable. Pablo remarcó su entereza moral como predicador cuando escribió: “con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios hablamos en Cristo” (ICor. 2:17), pues junto con la predicación del evangelio, le era importante exhibir una conducta intachable: “Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes” (ITes. 2:10).
De modo que la frase “practica lo que predicas” no es un eslogan trillado, sino una fórmula para para la efectividad de la predicación. Spurgeon en una ocasión acudió a un servicio a escuchar a George Muller. La clase en sí no fue gran cosa, pero el impacto de esta no se borró de su mente al considerar que venía de la boca de un titán de la fe.
El pastor que no practica lo que predica, podrá convencer la mentes de algunos con sus argumentos, y mover las emociones de otros con su pasión, pero no habrá de dejar una impresión indeleble en el corazón de quienes lo escuchan. La frase: “los actos hablan dos veces más fuerte que las palabras” no es un invento.
Logos
Trata con el contenido, con la formulación de razones que convenzan la mente. Hay aquellos que afirman que se debe predicar al corazón, no a la mente. Suena verdad, pero no como ellos lo conciben. Dios nunca intenciona que el sermón arrive el corazón saltándose la mente sino a través de esta. Algunos cristianos dan la apariencia de que el cerebro es para el uso de asuntos seculares, pero cuando se trata de la espiritualidad hay que vivir descerebrados. Pero fue Dios, no el diablo, quien creó la mente, la razón y la racionalidad. La mente y las verdades lógicas se llevan bien.
De hecho, sin lógica el mensaje de Jesús sería incomprensible. El uso, por ejemplo, la ley de la contradicción: dos cosas que se contradicen no pueden ambas resultar verdad. Así tenemos que “No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos”.
Es verdad que el pecado ha enturbiado la lógica humana -por cierto, los teólogos lo llaman el efecto noético del pecado-, pero la distorsión de la lógica no significa que el evangelio sea ilógico. Cuando Dios regenera el corazón, también restaura la lógica para que la mente deje de considerar el evangelio como locura y lo identifique como lo que es: la perla de gran precio.
Pathos
Trata con el principio de la elocuencia por medio del cual el orador busca persuadir a su auditorio. Incluye una apelación emotiva, apasionada, con el propósito de mover a la audiencia a tomar una decisión.
Existe una diferencia entre manipular las emociones y moverlas. En los discursos políticos destaca la manipulación del temor que mueve a las personas a tomar decisiones, que al recapacitar, terminan siendo arranques de impulso. En contraste, el predicador debe apuntar a todo lo que el hombre es, incluso sus emociones cuando estas son compatibles con la coherencia de las verdades proclamadas.
Cuando Pablo le dice a Agripa en su predicación: “…¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!” es difícil pensar que lo dijo en tono conversacional, seguramente incluyó un poco de drama en levantar sus manos para mostrarle sus cadenas. Pablo quería tanto convencer su mente como impresionar sus emociones.
Ahora bien el Pathos en un predicador no se logra con solo levantar la voz si el corazón no la acompaña. Bien dijo Cícero:
“NO REQUIERO una compasión fingida, no incentivos para la tristeza, sino aquello que es real, que fluye de los suspiros de un corazón herido.”
“Es el predicador conmovido por la verdad que mueve el corazón de su auditorio con la verdad”
Conoce a Gary Car Quien estará abundando más acerca de este tema:
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