En estos días recibimos el penúltimo volumen de la colección de 5 de la magna obra de la Teología sistemática de Geerhardus Vos. Con cada arribo hacemos una pausa para revisar la obra e igualmente contemplarla. El volumen 4 de soteriología es una vitrina de la salvación. ¡Y qué vitrina! Aunque el tema lo hemos aprendido, Vos los presenta como nunca lo hemos conocido. Despliega cada concepto con un detalle, a manera de hablar, de alta definición.
Considera esta muestra: uno de 18 encabezados acerca de la conversión. Anímate a leer el detalle y recuerda que todavía puedes apartar esta magna obra a descuento:
- ¿Qué palabras emplea la Escritura para el concepto de conversión?
La primera y más importante de las palabras es μετάνοια. El verbo que le pertenece es μετανοεῖν. Ambos términos están compuestos por la preposición μετά y el sustantivo νοῦς. Metanoia, por tanto, es un cambio, una alteración de la nous [mente]. Ahora sólo necesitamos especificar a qué nos referimos con nous. Nous está relacionado con γιγνώσκειν , correspondiente al latín noscere y al español “saber, conocer”. Esto ya nos dirige a la vida consciente. La conversión es un cambio de lo que ocurre en nuestra conciencia. Sin embargo, tomaríamos el concepto de nous en un sentido excesivamente restringido si lo limitáramos a la conciencia intelectual y teórica. Es mucho más que eso. Nous es sinónimo de συνείδησις, “conciencia”, conciencia moral: “tanto su mente como su conciencia están contaminadas” (Tito 1:15); “una persona considera un día superior a las demás, pero otra considera iguales todos los días. Que cada uno esté plenamente convencido en su propia mente [νοῦς]” (Rom 14:5). Cuando uno cambia su nous, significa mucho más que recibir nuevos conocimientos, nuevos conceptos y un nuevo contenido consciente. La dirección, la calidad de su vida consciente es cambiada. Si bien anteriormente todo su pensamiento y esfuerzo se alejaban de Dios y había algo más en el centro, ahora todo se ha invertido de tal manera que se mueve alrededor de Dios y para Dios, y Él viene a ocupar el centro. La palabra metanoia, sin embargo, no pone tanto énfasis en el punto de partida y el punto de llegada como en el cambio y la inversión. El cambio expresado por esta palabra hace referencia a otras cosas:
a) A la vida intelectual, por tanto, la conciencia teórica: “instruye con mansedumbre a los que se oponen, por si Dios algún día les concediera el arrepentimiento que conduce a un conocimiento de la verdad” (2 Tim 2:25). La conciencia no convertida se encuentra enredada en un mundo de conceptos erróneos. Para esa persona, la verdad de Dios no es la realidad más elevada. Su línea de pensamiento no gira en torno a Dios. A través de la conversión, eso se vuelve diferente. La conciencia, en la medida en que implica pensar, pierde su independencia pecaminosa mundana y se somete a la sabiduría de Dios. En este sentido, la conversión coincide así con la fe del regenerado. Anteriormente ya se ha señalado que lo que el regenerado conocía y creía previamente de una manera exclusivamente histórica, ahora también lo conoce y cree de un modo fundamentalmente distinto.[1] Su fe, que ahora se ha vuelto espiritual, está dirigida completamente al testimonio de Dios. A partir de ese momento, el conocimiento de la fe salvífica y de todo lo que la acompaña también debe ser tenido en cuenta. La doctrina del pecado y la gracia en la conciencia del pecador convertido reciben la importancia debida. El conocimiento de la fe espiritual en el sentido más amplio pertenece fundamentalmente a la manifestación de la conversión. La fe es una parte de la conversión.
b) De ninguna manera, sin embargo, metanoia quedan limitada a la conciencia del intelecto. La conciencia de la vida volitiva también forma parte de ella. En la voluntad consciente del inconverso hay un impulso activo contra Dios y egoísta. En la volición consciente del convertido hay un impulso activo hacia Dios y alejado de uno mismo. La voluntad primero se alejó de Dios y ahora es convertida a Dios. En este punto, también, la fe se une de la manera más estrecha posible a la conversión. En todo creer, hay un punto de dejarnos ir y descansar en otro. En la conversión, la fe, cuya simiente fue dada en la regeneración, se dirige a Dios para descansar en su testimonio. La voluntad, en la medida en que está involucrada en creer, ahora se dirige a Dios (Hechos 8:22, “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad”; Heb 6:1, “no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas”).
c) La conversión también se extiende a la vida de las emociones. Mientras que para el inconverso las cosas espirituales de Dios son un desierto árido, para el convertido devienen en una fuente de alegre disfrute. Mientras que anteriormente la realidad de la relación que mantenía con Dios lo dejaba frío e indiferente, su corazón ahora reacciona inmediatamente ante ella.
d) En los tres sentidos, sin embargo, metanoia incluye una oposición consciente a la condición anterior. Este es un elemento esencial del concepto, y consecuentemente deberíamos prestarle una cuidadosa atención. Convertirse no significa simplemente pasar de una dirección de la conciencia a otra en lo que se refiere al intelecto, la voluntad y las emociones. Significa que, al hacer esto, al mismo tiempo está presente en la nueva dirección del intelecto, la voluntad y las emociones una aversión consciente al rumbo anterior. En otras palabras, metanoia tiene un aspecto positivo, pero también incluye un aspecto negativo. Un nuevo conocimiento surge en el convertido, pero al mismo tiempo es consciente de que su antiguo conocimiento era necedad e ignorancia. Una nueva volición impulsa al convertido, pero al mismo tiempo toma conciencia de una profunda aversión hacia su antigua volición que iba en contra de Dios. Una nueva emoción controla al convertido, pero en ella también cobra conciencia de un profundo pesar por su condición anterior. La conversión, por lo tanto, mira hacia atrás y hacia adelante. Al actuar, las nuevas capacidades que ahora se vuelven hacia Dios miran atrás de manera consciente a la actividad anterior que se alejaba de Dios. Este es el elemento de arrepentimiento que hay en la conversión junto con el elemento de fe. Todas las actividades mencionadas en (a), (b) y (c) vuelven a la fe, en la medida en que tiene su sede en el intelecto y la voluntad, y al mismo tiempo va acompañada de las emociones. A lo que queremos referirnos aquí es al arrepentimiento, es decir, a ese conocimiento verdadero y profundo de la relación anterior con respecto a Dios que va acompañado de una fuerte aversión y un aborrecimiento activo hacia la misma. “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento [εἰς μετάνοιαν ]. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Cor 7:9-10). “Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’ [μετανοέω], debes perdonarlo” (Lucas 17:4)
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